PEMEX es la empresa más rentable de México. Los ingresos
derivados del petróleo representan alrededor del 50 por ciento del presupuesto
federal. Se trata de una gigantesca fuente de riquezas que siempre ha
despertado el apetito de intereses privados de dentro y de fuera. La
expropiación de la industria petrolera decidida por Lázaro Cárdenas buscaba
convertirla en un puntal del desarrollo del país. La riqueza petrolera bien empleada
es una palanca para nuestro futuro y factor de nuestra independencia.
¿Si se privatizara PEMEX, a dónde irían estas cuantiosas
ganancias? ¿De qué otra fuente obtendría el gobierno mexicano los formidables
ingresos fiscales que dejaría de percibir? En verdad, la planeada “reforma” de
PEMEX significaría la transferencia de fabulosas riquezas a manos privadas,
principalmente extranjeras. Son incalculables los daños que se producirían al
país. Debe decirse sin tapujos que quienes impulsan el despojo de la principal
riqueza de México, conspiran contra la nación.
La historia
reciente
Durante el sexenio de Miguel de la Madrid se optó por la venta
de petróleo crudo en lugar de construir refinerías para elaborar nuestras
gasolinas, mientras se desalentaron las ramas de la petroquímica que permiten
mayores ingresos y menor dependencia. Los sucesivos gobiernos priistas
siguieron los dictados del Banco Mundial y de Estados Unidos: sabotear el
desarrollo de PEMEX para ponerlo en punto de venta.
Lo lograron en parte al imponerle exacciones fiscales que
ninguna empresa del mundo puede soportar, mientras se consiente al sector
privado con una baja carga tributaria. Es por ello que en apariencia la empresa
pública no gana y está en “crisis”. Saqueando a PEMEX vía impuestos, escondieron
su incapacidad para lograr una economía sana con un crecimiento sostenido.
Correspondía a sus intereses seguir sangrando a PEMEX, en lugar de implementar
medidas juiciosas y a favor de la nación. Asimismo, parte del guión para
extenuar el sector energético fue el desmantelamiento de centros de
investigación y desarrollo como los Institutos Mexicano del Petróleo, de
Investigaciones Eléctricas y de Investigaciones Nucleares.
Con los gobiernos panistas esta vía llegó a su clímax. Vicente
Fox y su pequeño grupo derrocharon los recursos adicionales que ingresaron al
país gracias al alza internacional del precio del petróleo. Esos fondos no se
utilizaron para fortalecer el sector productivo (incluyendo el campo y la
propia industria petrolera); se fueron al gasto corriente y a algunos
bolsillos.
¿Por qué les
urge privatizar PEMEX?
Este manejo ineficiente y sesgado de sucesivos gobiernos, tiene
hoy a la economía del país en grave trance. Por un lado, hay una fuerte deuda
interna que proviene de los Proyectos de inversión diferidos en el gasto,
PIDIREGAS; por otro, es un hecho que la crisis económica de Estados Unidos
tendrá un fuerte impacto, pues habrá menos compras de nuestros productos, menos
empleos para nuestros paisanos allá y menos remesas de estos, que son nuestra
segunda fuente de divisas.
Ante esta perspectiva, a la pequeña oligarquía dominante, al PAN
y a sus aliados en el PRI, les urge privatizar a PEMEX, alegando que está en
crisis. Según creen, llegaría dinero “fresco” que, una vez más, taparía sus
ineficiencias y atenuaría la profundidad de los problemas. Y hasta sueñan que
con ello podrían lograr en 2009 una votación que les permita acabar de saquear
al país con leyes a modo dictadas en las cámaras.
Pero lo que está en crisis no es PEMEX sino el modelo
socioeconómico que este grupo representa. Lo que
quieren no es evitar una crisis al país, sino salvar el esquema económico y
político que han impuesto, e incluso robustecer el régimen elitista mediante
una nueva orgía de concesiones, negocios turbios y enriquecimiento fácil,
mientras las mayorías se siguen empobreciendo.
Es evidente que el proceso de privatización impuesto desde hace
25 años no es el modelo a seguir. Carlos Salinas de Gortari reprivatizó la
banca y vendió TELMEX, lo que trajo grandes flujos de capital (1991-1993); aún
así, se dio la crisis a fines de 1994 y no hemos salido del estancamiento.
El proceso de privatizaciones ha continuado en la industria del
acero, la aviación, la minería, la infraestructura, incluyendo la participación
creciente de la inversión privada en la CFE y PEMEX desde 1997 hasta la fecha
(en el 2007, del total de la inversión realizada en PEMEX, el 95% fue privada).
A pesar de ello, la economía y con ella la sociedad, van de mal en peor. Lo que
se requiere es el cambio del modelo; y la sustitución de ese grupo en el poder,
que se ha caracterizado por su incompetencia, corrupción y carencia absoluta de
sensibilidad social.
Estados Unidos y las grandes corporaciones son parte del festín
que se prepara. A estos les interesa intervenir directamente en la industria
petrolera mexicana y ser rectores en el negocio. Los grandes yacimientos de
petróleo fácilmente extraíble de Estados Unidos y de Arabia Saudita han llegado
a su punto de declive. Apoderarse de los más importantes yacimientos es parte
de su estrategia de dominio global. Estamos en grave peligro como país. Una vez
que sus empresas se asentaran aquí, nada los detendría; pronto verían la manera
de tener control, incluso militar, sobre nuestros yacimientos, plantas y
gaseoductos.
Estimulados por el olor a negocios, desde el poder se ha
comenzado a seducir o sobornar a funcionarios, legisladores, medios de
comunicación y comunicadores para que se difundan mentiras o verdades a medias
que impidan a la población tomar decisiones informadas. Falsedades como la carencia
de recursos y de tecnologías propios para impulsar a PEMEX, campean
cínicamente. Privatización y corrupción están indisolublemente hermanadas. Los
mexicanos no nos dejaremos engañar con galimatías para encubrir la
privatización. Con la pretensión de ocultar su verdadero propósito, los
traidores a la patria juran que no quieren privatizar a PEMEX, sino tan sólo
“reformarlo”, “democratizarlo”, “sanearlo”, “modernizarlo” o promover
“asociaciones” y “alianzas”. Estos términos no son más que parte del nuevo
Diccionario de Sinónimos Privatizadores. El fondo del asunto es que se permita
a manos privadas aprovecharse de un recurso vital que es y debe seguir siendo público. Llámese
como se llame, eso es privatizar nuestra empresa estratégica.
Qué ocurriría si
se permite la abierta participación de capital privado en PEMEX?
Los que adquieran acciones de PEMEX u otras concesiones
“legales”, empresarios en busca de máximos rendimientos, muy pronto elevarían
aún más los precios de los combustibles, presionarían al gobierno para que los
impuestos con que hoy se sangra a PEMEX no se aplicaran a ellos. Finalmente,
las ganancias volarían lejos de aquí, como ya ocurre. Como consecuencia, se
reduciría aún más el presupuesto para la educación pública, el sistema de salud,
el campo, la cultura; habría mayor deterioro y pobreza. Los impuestos que no
ingresen vía PEMEX tendrían que salir de nuestros bolsillos; hasta un sector de
los empresarios se vería seriamente afectado.
Tendríamos un
gobierno aún más débil y sin capacidad para defender los intereses de la
nación.
Vulnerando la Constitución, ya se han dado pasos privatizadores
en el sector energético. Se trataría ahora de violentar por completo el orden
constitucional desde reformas secundarias. La privatización, no hay que
olvidarlo, se haría contra la Carta Magna. En el momento en que Estados Unidos
implementa medidas de protección desde el gobierno, Dinamarca fortalece la
presencia del Estado en sus empresas de hidrocarburos y países como Holanda,
Brasil y Argentina están dando marcha atrás con las privatizaciones, mientras
Bolivia y Venezuela batallan contra la voracidad de las transnacionales
petroleras, en México, a contracorriente, gobernantes obtusos y al servicio del
gran capital, dan la espalda a la Constitución y se empeñan en privatizar lo
que es de la nación.
Un gran peligro
para la nación
Es un momento crucial. Con la privatización de PEMEX se
cancelaría uno de los instrumentos fundamentales para proyectar nuestro futuro.
Está en juego el porvenir de México como nación independiente y digna.
Vivimos uno de los momentos más graves de nuestra historia. Pero
no nos cabe duda de que, con la Constitución en la mano, mexicanos y mexicanas
de todas las edades, creencias y organizaciones, en todos los rincones del país,
sabremos realizar una movilización nacional jamás vista para impedir este
atropello, este descarado despojo. Levantaremos la meta combinada de impedir la
participación privada en PEMEX e impulsar un cambio verdadero que logre
desterrar el gran desorden económico, político, legal y social imperante. Que
no se equivoquen los privatizadores. Si se aventuran a lanzar su iniciativa, el
destino de PEMEX no se decidirá en las sombras de los gabinetes o los
despachos, sino en las calles.
Guillermo Almeyra (politólogo y periodista)
Cristina Barros (opinionista y periodista)
Armando Bartra (antropólogo, UAM)
Marco Buenrostro (opinionista y periodista)
Elvira Concheiro (cientista politólogo, UNAM)
Héctor Díaz-Polanco (antropólogo, CIESAS)
Javier Flores (opinionista y periodista)
Víctor Flores Olea (cientista político)
Gerardo de la Fuente (filósofo, UNAM)
Rosa Elena Gaspar de Alba (antropóloga, UNAM)
Arturo Huerta (economista, UNAM)
Epigmenio Ibarra (guionista)
Massimo Modonesi (historiador, UNAM-UACM)
Lucio Oliver (sociólogo, UNAM)
Carlos Payán (director fundador de La Jornada)
Consuelo Sánchez (antropóloga, ENAH)
John Saxe-Fernández (sociólogo, UNAM)
Gabriel Vargas Lozano (filósofo, UNAM)
Sergio Zermeño (sociólogo, UNAM)
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