sábado, 3 de agosto de 2013

PROYECTO ALTERNATIVO DE REFORMA PETROLERA DE LOS TÉCNICOS Y PROFESIONISTAS DE PEMEX, parte II


“El petróleo debe ser utilizado para
encauzar y hacer prosperar la economía
en el país con sus propios esfuerzos,
custodiando para beneficio de los
mexicanos una de las industrias
fundamentales destinadas a coadyuvar al
logro de la plena independencia
económica de México”.
Lázaro Cárdenas, 1936.

INTRODUCCIÓN.
Los integrantes de la Unión Nacional de Técnicos y Profesionistas Petroleros (UNTyPP), vemos tres grandes etapas en la explotación petrolera en México.
La primera, cuyos inicios se ubican a fines del siglo XIX con los primeros alambiques y refinerías propiedad de extranjeros. Porfirio Díaz legalizó y otorgó concesiones de explotación a compañías extranjeras que llegaron a controlar 90% de los campos petroleros. Éstas llevaron a cabo toda clase de trampas en contra del marco legal, la hacienda pública y los intereses de los trabajadores mexicanos. A pesar de que los principios de soberanía nacional fueron incorporados a la Constitución de 1917, prácticamente no se aplicaron; en los hechos, las compañías extranjeras mantuvieron el control sobre le petróleo de México y sus beneficios.
La segunda comenzó con la expropiación de 1938, cuando los trabajadores petroleros exigieron el reconocimiento de su sindicato nacional y su contrato colectivo único, logrando la unidad del pueblo y gobierno en contra del saqueo y arrogancia de los inversionistas extranjeros.
Cabe señalar que la explotación y comercialización petrolera por una empresa propiedad de la Nación, favoreció el proceso interno de acumulación de capital mediante la industrialización del país y la consolidación de la “iniciativa privada”, pero también contribuyó a la creación de una burocracia política y sindical corrupta y derrochadora de los recursos petroleros. De hecho, ésta fue incapaz de enfrentar la crisis económica y financiera de los años 80.
La tercera etapa inició con el gobierno de Miguel de la Madrid, en 1982 (quien impulsa el neoliberalismo en el país) y continúa hasta hoy. La política energética, y en particular la explotación de los hidrocarburos, ha consistido esencialmente en la utilización de Petróleos Mexicanos, organismo del Estado responsable de su explotación, como garantía de pagos de los intereses de la deuda externa e interna a favor de la banca internacional, durante la fase de ajuste estructural (1982-1994) y después, como soporte fiscal y de divisas del Estado, en una economía política tributaria y dependiente, en la que las corporaciones globales, nacionales y extranjeras, alcanzan fases extraordinarias de acumulación en México, por la sistemática reducción de sus aportaciones fiscales para el desarrollo nacional.
Es importante destacar que los gobiernos neoliberales, orientados por el Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional y el gobierno de los Estados Unidos de América, han establecido deliberadamente durante los últimos 30 años una política de dependencia energética. Esto ha sucedido
  • a través de la exportación acelerada de petróleo crudo sin valor agregado;
  • la utilización de la renta petrolera y de los impuestos obtenidos para sustituir el vacío de aportación fiscal de las corporaciones globales, nacionales y extranjeras, y
  • la utilización de las divisas petroleras para compensar la balanza comercial y de pagos.
Las corporaciones globales han sustituido al Estado en una parte importante de las actividades de la industria petrolera que la Constitución reserva al Estado mexicano, y de parte sustantiva de la generación de la energía eléctrica.
Esto se ha dado por medio de un sistema ilegal de privatización a través de modificaciones a leyes secundarias y un sistema de contratos que se corresponde con la sistemática desinversión en infraestructura, refinación y petroquímica, que ha conducido al país a una situación de dependencia energética creciente y a la creciente dificultad de utilizar al sector energético para contribuir al financiamiento del desarrollo nacional.1
Desde los años de Díaz Serrano se inició la continua, sistemática y permanente dilapidación de los recursos naturales, que se ha manifestado por una extracción acelerada de los hidrocarburos sin reponer las reservas extraídas y con ello, la drástica caída de las reservas probadas.
Durante el sexenio de Ernesto Zedillo, se aceleró aún más la explotación de crudo, hasta que se inició su declinación con Calderón por la baja de producción del campo Cantarell, misma que la criminal inyección de nitrógeno, en lugar de gas natural, no pudo impedir. La importación de productos refinados también inició con Zedillo y aumentó bruscamente con Fox y Calderón, por negocios privados de los gobernantes. Las reservas se pudieron estabilizar apenas con Calderón, incurriéndose para ello en altos costos.
Como resultado de los compromisos del TLC y de la imposición del Consenso de Washington, se continuó con la disminución del Estado en el sector energético.
Esto significó el acelerado debilitamiento de Petróleos Mexicanos con
  • una creciente participación de la iniciativa privada;
  • la concentración y el aumento constante en las cuotas de exportación de crudo a los Estados Unidos de América (arriba del 80% de nuestras exportaciones van hoy día a ese país), y
  • el incremento artificial de los precios de los combustibles al mercado nacional y la adopción a rajatabla de especificaciones internacionales de calidad ecológica para los combustibles elaborados por Petróleos Mexicanos.
Lo anterior también provocó que la adquisición de bienes y servicios provenientes de proveedores nacionales, por efecto del TLC, pasara de alrededor de 70% a 25%.
En el sexenio de Salinas se promulgó la Ley Orgánica de Petróleos Mexicanos y Organismos Subsidiarios, mediante la que se creó a Petróleos Mexicanos y sus Organismos Subsidiarios, como entidades paraestatales con personalidad jurídica y patrimonio propios, lo que provocó una desorganización hasta la fecha no resuelta en la empresa.
Con la reclasificación de productos petroquímicos que disparó Miguel de la Madrid, Salinas intentó privatizar parte de la actividad petroquímica y Zedillo, vender Pemex Petroquímica (PPQ), lo que en combinación con la aplicación del ciego criterio de precios de transferencia interna a precios de mercado, resultó en un fracaso total, provocando la muerte de la petroquímica mexicana, en un tiempo de las más poderosas de mundo.
Desde ese entonces, Petróleos Mexicanos ha desarrollado cada vez menos proyectos con recursos propios o por administración directa, al fomentar la participación privada en actividades exclusivas del Estado, mediante el contratismo generalizado y posteriormente con los llamados contratos de servicios múltiples (CSM) y contratos integrales. Hoy día queda de Petróleos Mexicanos poco más que puro cascarón administrativo. Los trabajadores manuales y parte de los mandos medios han sido sustituido por la ola naranja de contratistas, los técnicos y profesionistas están súper explotados en unas áreas y relegados en otras, y la dirección está en manos de financieristas que no saben de la industria y que ante cualquier problema, recurren a las llamadas soluciones de mercado, llevándose jugosas comisiones o garantías de empleo en el extranjero a futuro, en vez de crear capital intelectual, como aquel con el que contaba Petróleos Mexicanos todavía en los años 80, o con el que cuenta actualmente Brasil.
Hoy en día, todas las actividades de importancia son realizadas por compañías privadas.
Este es el caso de
  • los estudios integrales de yacimientos, que no es otra cosa que a entrega paulatina del proceso industrial completo del gas a la IP (perforación y terminación de pozos; las plataformas de producción y procesamiento y compresión de gas; los ductos y la entrega de gas entubado al consumidor), esquema que ahora se quiere repetir con el crudo para dárselo a refinadores privados que propone la Reforma Energética de Peña Nieto;
  • la reconfiguración de las refinerías Cadereyta, Ciudad Madero y Minatitlán (financiamientos mediante los Proyectos de Inversión Diferidos en el Gasto -PIDIREGAS-, ahora conocidos como Proyectos de Inversión de Largo Plazo), que no es otra coas que la contratación de deuda privada onerosa, iniciada por Ernesto Zedillo y que ahora representa graves problemas de balanza de pagos;
  • los proyectos integrados, adjudicados a la compañía Schlumberger para el “desarrollo de las reservas del Chicontepec” y que, ahora sabemos, resultaron totalmente fallidos para los mexicanos, no así para las compañías beneficiadas, en uno de los casos más evidentes de extranjeros impulsando la toma de decisiones contra el interés nacional.
    Algunos de estos proyectos, como las reconfiguraciones, eran necesarios, pero se pudieron haber llevado a cabo mayoritariamente con ingeniería e inversión pública nacionales, de haber habido voluntad política. En todos estos casos, el capital intelectual y recurso humano nacionales, que son lo más valioso, ha sido sustituido por personal extranjero.
Las licitaciones de los proyectos citados fueron “ganadas” por firmas extranjeras con nivel tecnológicamente similar o inferior al de las nacionales. Un caso notorio es el de Sunkyong, que “ganó” las licitaciones para Cadereyta y Madero, a pesar de que su ingeniería y experiencia eran inferiores a la calidad y experiencia de Bufete Industrial, ICA y el Instituto Mexicano del Petróleo (IMP). Sunkyong importó ingenieros, supervisores, soldadores y personal de construcción, a pesar de que existe y estaba desempleado personal mexicano. Además, esta compañía coreana importó pilotes de concreto para cimentaciones, cuando México es un país exportador de cemento y varilla de acero y mano de obra calificada para producirlos.
Increíblemente, años después Petróleos Mexicanos aún promueve demandas contra esta empresa y su socia Siemens, en vez de encarcelar a los funcionarios mexicanos que provocaron esta tragedia.
Desde que se llevó a cabo la división de Petróleos Mexicanos en Organismos Secundarios, se produjeron:
  • la desarticulación de áreas estratégicas;
  • la interrupción o fragmentación de las cadenas productivas;
  • la nociva imposición de precios de transferencia entre subsidiarias en perjuicio fatal de la cadena productiva con la pérdida de empleo a nivel nacional;
  • la sustitución masiva de personal capacitado por la contratación, también masiva, de empresas privadas nacionales y extranjeras;
  • la comercialización de productos con precios indexados al mercado norteamericano y la multiplicación y superposición de áreas administrativas, que en su conjunto han restringido la eficiencia y eficacia de Petróleos Mexicanos como motor del desarrollo nacional.
Cada organismo de Petróleos Mexicanos comenzó a desarrollar su “Plan de Negocios” en forma separada de las demás y en descoordinación con la Comisión Federal de Electricidad (CFE), en lugar de aplicar la planeación integral del sector y la búsqueda del óptimo balance energético nacional. Lo que el gobierno de los últimos 25 años ha querido y conseguido, es convertir al país en proveedor de petróleo crudo a Estados Unidos e importador creciente de gas, petrolíferos, petroquímicos y químicos, al grado de que hoy día la balanza comercial nacional (pública y privada) de productos petrolíferos y petroquímicos es negativa. La aplicación de políticas de mercado han sido garantía de desarticulación de todo proyecto nacional.
Internacionalmente, se ha llevado a Petróleos Mexicanos a una situación financiera insostenible, manteniéndose en línea con las políticas de seguridad energética de los Estados Unidos y de negocios de las transnacionales.
La iniciativa de reforma energética de Felipe Calderón significó más de lo mismo:
  • una mayor inversión de compañías privadas en una amplia gama de actividades del proceso petrolero, mediante el cierre de áreas de Petróleos Mexicanos (proyectos, construcción, operación) al tiempo que se despidió a técnicos altamente calificados, con la consiguiente pérdida de valor económico y destrucción de fuerzas productivas;
  • más merma injustificada de reservas petroleras;
  • más daños a yacimientos e infraestructura de transformación y transporte;
  • volúmenes crecientes de importación de gas natural, petrolíferos, petroquímicos y químicos;
  • desintegración adicional de las cadenas productivas;
  • incremento del desempleo y la migración;
  • evolución continuada de la empresa a una situación financiera insostenible.
En fin, que se ha continuado deteriorando en forma deliberada el patrimonio nacional para acentuar la dependencia hacia el exterior.
El principal problema de Petróleos Mexicanos no es su pasivo laboral, como se pregona en los medios informativos, ni la supuesta ignorancia de sus trabajadores y mandos medios (en todo caso, la ignorancia y mala fe de sus mandos superiores, que además de su pésimo desempeño, usan a la empresa como agencia de colocaciones y trampolín político), ni siquiera las aducidas malas prácticas del sindicato de trabajadores manuales, sino el régimen fiscal confiscatorio y el trato de “vaca lechera” al que la empresa está sometida desde 1992 y cuya consecuencia, con poco remedio después de las reformas de 2008, ha sido el decaimiento de las instalaciones y la incapacidad de realmente reaccionar a las necesidades de una muy cuestionable estrategia de globalización.
Imagen de la debilidad financiera que proyecta la división de la empresa en organismos ha creado así, unto con el contratismo, las condiciones para la desaparición de la misma y que sea sustituida por cientos de empresas privadas, en su mayoría de origen extranjero, las cuales, por la dinámica de la economía globalizada, se concentrarían con tiempo en pocas transnacionales, mismas que son capaces de derrocar gobiernos si así les conviniera. La revisión del discurso de nacionalización petrolera de Lázaro Cárdenas nos muestra que hay realidades que no cambian. Apenas en 1985, mientras de la Madrid llevaba a cabo los primeros golpes a Petróleos Mexicanos, Shell se encargó de derrocar al gobierno de Nigeria, país petrolero, para obtener “memorándums de entendimiento”.
En resumen, todo lo hasta aquí anotado se ha llevado a cabo en el contexto de la irresonsable “reforma” neoliberal del Estado a favor de las corporaciones globales, con los siguientes propósitos:
  1. Subordinación de la Constitución al poder corporativo global y a los tratados internacionales de naturaleza económica.
  2. Definición de políticas públicas, leyes, presupuestos y de la política económica del Estado-Nación, en función de la acumulación global del capital.
  3. Socialización de las pérdidas y quebrantos económicos de empresas y organismos públicos a la población, y privatización de beneficios e intereses públicos por corporaciones globales nacionales y extranjeras.
  4. Eliminación de la planeación y el fomento económico estratégico por parte del Estado, frente al mercado mundial.
  5. Tendencia a la privatización de las actividades sustantivas de las áreas estratégicas del Estado, de servicios públicos e infraestructura.
  6. Apropiación corporativa de las compras de gobierno, mediante contratos de largo plazo con corporaciones globales.
La intención es, pues, regresar a las condiciones previas a 1938, o incluso previas a 1910, y lo único que todavía en la mente de los gobernantes separa la condición actual de esa situación, es la dependencia fiscal que el gobierno tiene con respecto de Petróleos Mexicanos. En vez de aprovechar las condiciones naturales del país para reforzar la planta industrial de Petróleos Mexicanos, la única preocupación actual del gobierno es cómo lograr esa privatización sin perder sus ingresos fiscales. Por eso, el gobierno está preparando una reforma fiscal agresiva a la población en general, no para reinvertir en el mejor negocio de los mexicanos (la energía), sino para poderlo privatizar sin problema. Hace tiempo que la contribución tributaria de la empresa ha permitido consentir fiscalmente a grandes capitales nacionales y extranjeros, los únicos que no serán afectados por la reforma de impuestos que viene.
En cuanto a la actual fuerza de trabajo de Petróleos Mexicanos, su destino parece ser el desempleo o la recontratación, en combinación con la reciente reforma laboral, a condiciones contractuales de alta explotación.
Todos los países petroleros del mundo, incluido Estados Unidos, defienden su soberanía energética. Sólo en México se sigue sosteniendo el curso de la fragmentación del país, la nación, la soberanía y el Estado a través de esa ley de la selva denominada Globalización en la que el rey es, desde luego, el vecino país del norte: Estados Unidos.

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